Es una realidad que la crisis del COVID19 representa una revolución que será estudiada en los libros de historia. La forma en que concebimos el mundo, la globalidad, la manera de trabajar, de relacionarnos, de consumir, de aprender, de viajar, de respetar el medio ambiente… ya ha cambiado. Sólo algunas cosas volverán a ser como antes. Una buena parte, nunca serán iguales.
En el contexto concreto de las empresas, el teletrabajo ya no va a ser una opción para algunos, sino una obligación para muchos. Vamos a tener que aprender a trabajar desde casa, a autoimponernos un horario, una disciplina, unos objetivos… sin la supervisión de alguien que puede aparecer en el momento menos pensado y pensar que no estamos trabajando. Se ha acabado salvar las apariencias con un sencillo presentismo, suficiente para tranquilizar a quien debe pasar cuentas a otros de que su equipo trabaja.
A teletrabajar hay que aprender y a liderar un equipo que teletrabaja, también. Porque la comunicación, compleja en si misma en el cara a cara, se le añade la dificultad de tener sumar una dosis de confianza inédita hasta ahora. Ya no ha de importar cuanto tiempo has dedicado a conseguir tus objetivos, sencillamente importará si los has conseguido en el tiempo estipulado.
Pero romper las barreras de una tradicional relación “presencia = productividad” no va a ser fácil. Nunca fueron fáciles los grandes cambios, sobre todo cuando implicaron un cambio de paradigma. Como dice Covey en sus 7 hábitos de la gente altamente efectiva: “No es suficiente con saber orientarte con un mapa para llegar a un destino, lo importante realmente es no equivocarte de mapa…”
Ahora el mapa ha cambiado y para adquirir nuevas destrezas, adquirir conocimiento es tan importante como deshacerte de lo que ya no sirve. Por tanto, no intentemos adaptar lo que ya sabemos a lo nuevo, porque algunas piezas no van a encajar. Tenemos que adaptar lo nuevo a lo que ya sabemos, para sumar. Para ser profesionales más completos. Líderes más ambivalentes, flexibles, ágiles… capaces de obtener lo mejor de las personas cuando les podemos tener cara a cara, pero también cuando les miramos a los ojos con una pantalla por medio.
Porque todo esto pone en juego más que nunca “El territorio”. Ese otro mapa que está tan presente en nuestro cerebro y que ha actuado evolutivamente como mecanismo de supervivencia, lo va a cambiar todo. En nuestro territorio nos sentimos más fuertes, encontramos con más facilidad nuestra identidad y nos protegemos con más habilidad de cualquier posible intrusión. En mi territorio yo decido quien entra y quien no. No me gusta que nadie entre sin, como mínimo, pedir permiso para entrar.
Cuando teletrabajamos, estamos en nuestra casa, nuestro territorio. Las relaciones jerárquicas que se establecen deben ser mucho más respetuosas, porque, aunque seas mi jefe estás entrando en mi casa.
Vamos a tener que recordar algunas normas de convivencia básicas como el “por favor” y el “gracias” que, por cierto, últimamente parecían haber caído en desuso. No aparecer en cualquier momento y esperar ser recibidos, ser mucho más concretos a la hora de comunicar, pero a la vez saber reflejar aquello que se pierde en lo virtual. Aclarar las expectativas para una relación a distancia no invasiva, ser más empáticos, más asertivos. Pactar más e imponer menos. Dejar de trabajar con suposiciones y empezar a liderar con certezas. Saber encontrar el equilibrio entre motivación y exigencia…
¿Estas preparada/o para teleliderar?
Manel Reyes
Socio-director
MRC International People Training