De las pocas evidencias que hay en esta vida, una de ellas es que “cuando ves una realidad siempre hay otra (u otras) que te estás perdiendo”.
De mi época de estudiante de psicología recuerdo algunos conceptos que quedan grabados para siempre por su contundencia y repercusión en la vida y en la sociedad. Hoy me refiero a uno que tengo muy presente desde que el COVID19 empezó a formar parte de nuestras vidas. Hablo de la “Hiperrealidad”.
Se define como la incapacidad de la conciencia de distinguir la realidad de la fantasía, y es propio de las culturas posmodernas y tecnológicamente avanzadas. La influencia de los medios de comunicación que filtran y modelan la forma de narrar un acontecimiento determina como lo percibimos. Esto influye de manera radical en la dimensión y dramatismo del mismo. Convirtiendo dicho acontecimiento en “la realidad”.
Siempre se dijo en el entorno periodístico “Las buenas noticias no venden periódicos” así que el sensacionalismo y un plus de dramatismo está servido para llamar la atención del potencial consumidor de la noticia. Hoy en día, se oye decir “Que la verdad no te arruine un buen titular”, afirmación mucho más perversa, en mi manera de ver, porque autoriza la mentira como nueva regla del juego.
No estoy afirmando que nos estén mintiendo con toda la información que recibimos sobre la evolución de la pandemia. Pero en el entorno social y empresarial actual, cuesta distinguir que parte de lo que nos cuentan es objetiva y que parte está sesgada por interpretaciones interesadas, o inocentes, que van creando una realidad que nos acabamos creyendo todos, y consolidándola como “verdad” a medida que la información va circulando de persona a persona. El impacto que está teniendo esto en la economía local y global es espectacular.
Las empresas ya han tomado sus medidas de protección y adaptado sus protocolos. Ya nos hemos acostumbrado a no sentirnos raros por llevar la mascarilla y a saber leer la sonrisa del otro en sus ojos y no en su boca. Ya sabemos que hacer para protegernos y proteger. Ahora sólo nos queda trabajar para recuperar sensaciones de “normalidad”. Porque los trabajadores y trabajadoras de las empresas también tenemos la responsabilidad de ser prudentes a la hora de crear un exceso de alarma social y de intentar convivir con las nuevas normas, pero con sensaciones lo más parecidas posible a las de antes.
Estos días nuestros hijos han vuelto al colegio, al instituto y pronto a la universidad. Seguramente nos darán una lección de ilusión, adaptación y flexibilidad. De respeto, pero no de miedo. Observemos y aprendamos esta vez nosotros de ellos.
Manel Reyes
Socio-director
MRC International People Training
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